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21 enero, 2015Había una vez tres vegetales: brócoli, remolacha y zanahoria. Cada uno con su personalidad a flor de piel, su saborcito único, su color. Verduras muy saludables, psicológicamente hablando, claro. Un día se encontraron en una tarta. Corrieron peligros: podrían haber terminado en un menjunje uniforme, y rebautizarse “tarta primavera” todos simbiotizados. Pero no. Se juntaron y se llevaron de perlas, sin peleas y sin pegotearse tampoco. Es una historia con final feliz…
¿No les pasó, algún mediodía malhadado, encontrarse frente a frente con una triste porción de tarta como les digo, sin gusto a nada en particular? De ésas que uno -o el cocinero de turno- arma con las verduras que se acumularon. Qué almuerzo perdido, no? Cuando descubrí estas tres hortalizas escondidas en mi heladera, les quise evitar el mal destino a toda costa. La tarta no puede ser eternamente el purgatorio de las verduras extraviadas.
Aquí las tenemos entonces, rescatadas. Brócoli, remolachas y un ligue de zanahorias que fue el descubrimiento del día: una crema suavecita y dulzona que evita el huevo y los lácteos para los que así lo prefieran, y permite cambiar para los que simplemente se aburran de hacer siempre lo mismo. La masa es una variación de la que repito una y otra vez, desde que descubrí que da más fiaca ir a la esquina a comprar una tapa de tarta cualquiera, que preparar en casa la mía, mucho más rica y encima integral, con sólo 10 minutos. Pero el que prefiera ir por el camino de las góndolas, tiene luz verde. Y amarilla, y roja, siguiendo los cromatismos de esta receta.
Ingredientes
Para la masa Siéntanse libres de variar las harinas, aceites y condimentos, guiándose más que nada por las proporciones a grosso modo… la masa de tarta es algo que sale cada vez mejor cuando uno practica, así de simple. - 1 taza de harina integral - ½ taza de avena arrollada entera - sal y pimienta a gusto - 1 cucharadita de cúrcuma - 75 cc. de aceite de oliva - 100 cc (más o menos, según pida la masa) de agua fría - 3 cucharadas de semillas: yo usé de girasol y de zapallo Para el relleno - 5 remolachas pequeñas o 3 grandes - 1 atado de brócoli - 2/3 taza de puré de zanahorias - 1 huevo o su equivalente en chilinaza - opcionales: queso blanco en el relleno y queso parmesano para terminar.
Procedimiento
– Para la masa
Precalentar el horno a 180°
Mezclar en un bowl los ingredientes secos, incorporar en el medio el aceite de oliva y agregar de a poco el agua fría para tomar la masa, hasta formar un bollo que se despegue de las paredes, que sea blando y semejante a la textura de la plastilina. Si lo podés dejar reposar un rato en heladera, veinte minutos al menos, mejor: sino está todo bien.
Forrar el molde o tartera estirando el bollo con los dedos, hasta cubrir fondo y paredes con una capa delgada. Podés ayudarte humedeciendo apenas las manos con un poco de agua.
Blanquear la masa en el horno: esto quiere decir cocerla apenas, hasta que se seque, pero es muy importante no dorarla.
– Para el relleno
Cocer al vapor remolachas, brócoli y zanahorias. Si preferís podés hervirlos pero no es tan saludable; también podés asar todo al horno, excepto las zanahorias, pero requiere un poco más de cancha.
Procesar, licuar o minipimerear las zanahorias hasta obtener un puré liso. Agregar, según el gusto de cada quien, el huevo, la chilinaza y/o dos cucharadas de queso blanco. Esto es el ligue de nuestra tarta, lo que habitualmente se hace en cocina tradicional con crema y huevo o similar.
– Para armar la tarta

Ubicar sobre la masa blanqueada las remolachas, cortadas en cuartos u octavos según su tamaño.
Cubrir con el “ligue” de zanahorias.
Colocar las flores de brócoli sobre toda la superficie, y terminar si se quiere espolvoreando con queso rallado, semillas o alguna especia (por ejemplo, pimentón dulce).
Hornear a 200° entre 20 minutos y media hora: es una tarta baja, donde las verduras ya están cocidas, así que no requiere demasiada cocción.




