PeSto, I love you.
El pesto está subestimado, hay que decirlo de una vez, señores. Es una pequeña maravilla repleta de posibilidades, relegada una y otra vez al mismo aburrido cajón: el pesto, para los fideos -ni siquiera un aventurarse hacia otras pastas-; el pesto, tres ingredientes fijos.
Rescatémoslo de este duro exilio, hagámosnos un bien. Primero y principal, es un compañero espectacular para un montón de platos distintos. Levanta el nivel de lo más sencillo, lo más neutral, transformándolo en un sabor complejo con un sólo movimiento: ése que va del frasco al plato con una cuchara bien cargada.
Además, a diferencia de madre, pesto no hay uno sólo. Existen un montón de variables posibles, con distintas hojas verdes, agregando fruta seca, variando el aceite, hasta vegano puede hacerse y va a tener igual bastante fidelidad al pesto tradicional. Desafío al más pintado a reconocer la diferencia en la mesa.
Haciendo click aquí, siguen una cantidad de pestos posibles (“los pestos posibles”, lindo nombre para una banda eh), y de aplicaciones varias que quizás no tenían en mente. Que aproveche.



