Mi autoguía para encontrar el camino en el país de las maravillas, quiero decir: el Barrio Chino.
El barrio chino es lo más cercano al Disneylandia de la Cocina que me puedo imaginar. Góndolas y pasillos, frascos y botellas, verduras fragantes y misteriosas. Una fiesta de los sentidos que puede provocar un efecto-shopping importante, hasta el punto de marearme. Más que obnubilada, quedo omniboluda. Después de varias excursiones tengo un poco más de enfoque y hago el esfuerzo de recordar mis prioridades, tratando de no tropezar mil veces con la misma góndola.
Primero y principal, el mapa. Hay muchos y muy buenos mercados o almacenes, y está muy bien visitarlos a todos con ánimo paseandero. Pero a la hora de ir-operativamente-a-hacer-las-compras, lo mejor es visitar Ichiban (sobre Arribeños, cruzando Mendoza) y, antes de irse, pasar por Casa China (Arribeños antes de Mendoza) a ver si pescás algo extra. Asia Oriental, sobre Mendoza, también está bueno, pero una chica tiene sus fidelidades. Ichiban es enorme, completito y tiene secciones de fruta, verdura, pescadería y carnicería espectaculares. En Casa China, en cambio, el fuerte es la variedad inmensa de harinas, legumbres y granos, y una selección de galletitas, frutas secas y otras cosas de almacén muy seductoras.
Un temita importante es no dejarse deslumbrar. Si metés en el changuito cada elemento curioso, cada objeto desconcertante que te cruzás, no sólo te vas a quedar a vivir entre las góndolas sino que a la salida vas a tener que vender a tu madre para pagar. Y el 90% de esas curiosidades son entretenidísimas de reconocer, pero durísimas de usar. No podés incorporar patitas de pato Pekín si no las sabés usar, es así, una ley de la naturaleza. No vas a saber qué hacer con los huevos negros en conserva, envasados al vacío. No te engañes.
Otro buen consejo es hacer a un lado la pastelería oriental: sinceramente no conozco a nadie que le guste, pero se ve muy bonita, todos nos ensartamos alguna vez. Sólo tiene gusto a azúcar, y las texturas son un difícil reto para cualquier nacido en occidente. En cambio, vale la pena detenerse en las especias y las frutas. Vas a encontrar cosas que no se consiguen, o que se consiguen carísimas y en pocos lados. No todo es así, pero en promedio, vale la pena elegirlas acá. Carambola o tamarindo japonés, lemongrass, hongos Enoki, lychees. Los encontrás acá, casi diría sólo acá, y frescos. Cosas normales pero figuritas difíciles, como me pasó a mí con las castañas. También algunos congelados únicos: jugo de maracuyá natural, con pulpa, o langostinos jumbo pelados y crudos.
Las aromáticas son siempre un poema. Yo no sé cómo hacen para tener tantas, tan frescas y en toda estación. Comprar cilantro, menta o albahaca morada es una fiesta. También hay nirá, una versión japonesa del ciboulette. En general, muchas “versiones japonesas” de la fruta y la verdura son todopoderosas: el pepino casi sin semillas, la berenjena menos amarga, el verdeo más suave. Y si te gustan los hongos, bienvenido al país de las maravillas. Llevate aunque sea un puñado de gírgolas para hacer al ajillo, en la plancha.
Lo ideal en la pescadería es hacer caso omiso de los filets ya empaquetados, acercarse a los muchachos y pedirles que te fileteen en el momento lo que busques. Son la mar de simpáticos y saben hacer su trabajo muy bien. Los mariscos y demás, sí, con auto service. Si querés algo de carnicería, aprovechá para lo que no se consigue tan fácil que acá lo tienen seguro. Sin ánimo de enloquecer con partes misteriosas del pato o cosas por el estilo, encontrás lengua, seso o rabos, siempre hay de todo y es mi lugar favorito para un solomillo de cerdo prometedor.
En Casa china, aprovechá para incursionar en UNA novedad de cada rubro: legumbres, granos o harinas. Son tan grosos que tienen bastantes opciones orgánicas, inclusive. Podés por ejemplo llevarte unos porotos Mung y hacer esto, o una harina de arroz integral que no se consigue en muchos lados, y probar algún arroz distinto que acá están todos: rojo, negro, salvaje, basmati, de jazmín… ¿Qué botellitas y frasquitos? Hay cosas que vas a poder usar seguro si tenés un poco de ímpetu cocineril. Salsa de soja, de seguro. Un buen curry en pasta también; con sólo disolverlo en un poco de caldo o mezclarlo con un arroz o salteado parece que tenés una cancha gourmet envidiable. Leche de coco, un básico: si no te le animás hay unas botellas chiquitas de 250 ml, ya vas a encontrarle destino, y sino agregalo a una banana con dulce de leche, a un yogur o a un licuado. Pero mezclado con el curry en pasta, ya es una fiesta. No te distraigas mucho con las golosinas de paquete, que no son ni más ricas ni mejores que las de cualquier lado. En cambio las galletitas que venden sueltas, al peso, son espectaculares. Los turrones de cereales, tabletas grandotas llenas de cosas ricas integrales, no pueden parar de ricos.
Me salgo de rubro, pero antes de volver, por favor, pasá por los negocios de todo-por-dos-pesos. No digo más… es todo demasiado bueno… elige tu propia aventura.
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