Hace CUATRO días que me enfermé y no puedo tomar mate. Antes de que salten los cafemaníacos, no, tampoco podría tomar café, snif.
Puedo sobrellevar una dieta de pollito, arroz y puré de calabaza varios días más. Pero lo cuesta arriba que se me hace la cosa sin el mate… snif, snif, snif.
Por suerte, igual, hay varios bebestibles a mano que salen en auxilio, esté uno caído o no, en diferentes versiones:
– si tenés un resfrío o una gripe de esas matadoras, hervir rodajitas de jengibre y limón durante unos buenos quince minutos y agregarle una cucharada sopera de miel te deja sudando pero contento por un buen rato.
– si tenés una pataleta al hígado, desayunar con jugo de zanahoria, apio y radicheta está buenísimo. Y es rico. Sí, dije radicheta, no seas cobarde.
– si es más de la panza el asunto, hay una infusión de la mano de cada abuela. El té de burro y yerbabuena es un clásico cordobés; a mí me lo enseñaron con azúcar quemada y la verdad está buenísimo.
– si no te duele nada: probá igual el té verde con menta frío en verano. Y unas rodajitas de naranja o limón.



