Fudge de chocolate. Este blog está depravándose a una velocidad inusitada. Yo les pido disculpas a todos aquellos que esperan, con justa razón, recetas saludables, recetas equilibradas, recetas sensatas con los pies en la tierra. Ésta no lo es.
Sucede que llegaron las pascuas, pesaj, los primeros fríos y una serie de encuentros cercanos con personajes oriundos del hemisferio norte. Y no hay nada que hacer… semejante cóctel explosivo sólo puede significar una cosa: chocolate. Letal, directo al pico de glucosa, en versión completa.
El fudge es un dulce gringo bien gringo, que no se parece demasiado a ninguna cosa de por acá, salvo quizás a una Vauquita, pero de textura más blanda y maleable. Puede ser de distintos sabores, pero la reina del asunto es siempre el azúcar. Esto en sí mismo no me sedujo: esos dulces con gusto “a dulce” me resultan un poco superficiales, por decirlo de algún modo. Como cuando alguna gente mata a puro picante lo que tiene en el plato, hasta que sólo sabe a eso: picante. Yo me tenté haciendo esta prueba, porque junto a ella está el rey chocolate, y entonces sí le confié al sabor.
Quiero que sepan que yo sigo cocinando mis cereales integrales, mis verduras al vapor, mis aderezos livianos con grasas buenas… pero a juzgar por los ojos de quienes probaron este fudge, está bien que transija de vez en cuando. Una pequeña depravación ocasional alimenta el espíritu…
Receta facilísima de fudge de chocolate con avellanas, aquí.
Índice de recetas chocolatosas, aquí.
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