¿Les convido un camino infalible para comer delicias? Pensar en las recetas de abuela. Hacer memoria, acordarnos de los platos que nos preparaban de chicos y recuperarlos. Casi seguro, si los cocinamos vamos a llevarnos alguna o todas estas sorpresas: que nos conmueven los sabores, apenas olerlos, porque no hay nada más emocionante que los recuerdos del gusto. Que casi siempre son recetas a nuestro alcance, simples de hacer, o al menos con ingredientes fáciles de conseguir. Pues nuestras abuelas (tías, madres) cocinaban con lo que tenían a mano y tenían muchísimo trabajo. Y por último, más veces que no, son recetas nobles, que alimentan de verdad. Hechas con ingredientes reales y plenas de sabor.
Por supuesto, muchas veces es buena idea adaptarlas a nuestro estilo. Porque somos otros, con ideas y cuerpos propios, contextos distintos, y recuperar la herencia no significa sacralizarla o volverla intocable. Entonces me tomo con alegría y un poco de desparpajo la posibilidad de retocar algo aquí o allá, bajar a la mitad la cantidad de azúcar o quizás reemplazar la crema de leche por algún otro ingrediente que hoy me venga mejor. No es faltar el respeto al original: todo lo contrario, es un diálogo hermoso. Me da mucho placer conversar con mi abuela a través de estas reversiones, que seguro le arrancarían alguna sonrisa.
Entre mis recetas ya van a encontrar muchas de mi abuela y alguna de mi abuelo; también de mi mamá, por supuesto. Les propongo empezar de a poco a rastrear en la memoria y recopilar estos platos. Recetas de tías, de tatarabuelos, recetas de herencia que nos llevan de la mano a disfrutar de la cocina y de la comida que nos hace bien. ¿Vamos yendo?
“Bocaditos” (zuchini a la cacerola, de mi abuela Susana)
Esta receta es hermosa: simple al extremo, imposible de arruinar, de sabor suavecito y tentador. No tiene gran pinta: es algo que pasa seguido con las recetas de antaño. Pero confíen, pruébenla, anímense a darle uso con las ideas que doy al final del procedimiento. Se van a enamorar.
Ingredientes
1 kg de zuchini
3 o 4 cdas de aceite
4 o 5 cdas salsa o puré de tomates
½ diente de ajo
Sal, pimienta
Procedimiento
Preparar los zuchinis: mi abuela los pelaba, yo sugiero omitir el paso, seguramente los conseguía con la piel muy gruesa. Cortarlos en cubos grandes (del tamaño de un “bocado”, incluso pueden ser rodajas de 1 cm en la parte del cuello del zapallito).
Llevarlos a una cacerola con los demás ingredientes y cocinar a fuego de medio a bajo. Mezclar con mucho cuidado a mitad de cocción (puede ser con cuchara de madera delicadamente, mi abuela NO metía la cuchara en la olla: la tapaba bien y la sacudía como se hace con la sartén para dar vuelta un panqueque, porque los cubiertos rompen el “bocadito”).
Continuar cocinando hasta que estén tiernos y parejos. Servir solos, como guarnición, con arroz, como lo hacía ella con cantidades generosas de queso derretido o –me aventuro a decir que puede ser un gran favorito- con un par de huevos cascados a último momento y cocidos ahí mismo en la sartén, de forma parecida a una shakshuka.
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