1 junio, 2012
12 junio, 2012
Experimento con final feliz.
Esas frutillas grandotas y coloradas que están en todas las veredas últimamente, me hicieron caer en la tentación.
Me tiré el lance con este invento porque no tenía casi nada que perder, es muuuuy fácil la idea. Pero además llegó a buen puerto: salió un postrecito de frutillas para usar adjetivos de señorita: adorable, divino, bellísimo. Tiene consistencia de mousse, casi de Shimmy; pero tengo la sospecha de que con un rato de freezer lo puedo llamar helado con toda justicia.
La receta, con variaciones para diferentes gustos y creencias gastronómicas, acá.



