Esta va para todos los que alguna vez quisieron probar el tofu y no supieron que hacer con él. Para todos los que lo miran con curiosidad en el supermercado o la dietética, pero no se le animan por falta de brújula. Y para los que quieren o necesitan aflojar con los lácteos y les cuesta un vagón.
Habitualmente, para comer un rico tofu hay que saber tratarlo con cariño: es una tabula rasa que necesita creatividad, ideas y mucho sabor agregado, porque en sí mismo es mucho-más-que-suave y no dice nada. Pero no hace falta ser un gran cocinero, ni un cocinero mediocre en realidad, para que esta crema de espinacas funcione, salga riquísima y sirva como relleno de tartas o bollitos, dip untable o acompañamiento de lo que se te antoje.
Lo más lindo del tofu es la textura: hay uno terso y blando, llamado tofu de seda, que queda livianito y untuoso; y otro bien compacto o semiduro, que con esta receta da un símil ricota muy pero muy logrado. Yo no soy muy fan de las recetas que buscan disfrazar los ingredientes saludables de otros más deseados: el concepto de “carne vegetal” me deprime, y todos los intentos de mentir un queso o una crema de leche a través de la soja son un poco berretas, además de que, ¿por qué no llamar al pan pan y al tofu, tofu? cada cosa tiene su justo sabor y con un poco de onda, y otro poco de desprejuicio, se aprende a disfrutar de todos, sin por eso desmerecer al choripán cuando cada uno lo decida. Así pues, en lugar de acusarlo de desabrido, el tofu me parece una esponja dispuesta a absorber cualquier sabor que uno quiera darle, una hoja en blanco que además da mucha textura y es divertido de usar. Pero como decía más arriba, quiéralo o no, en esta receta es lo más parecido que hay a un relleno de ricotta y espinaca; lo sé, lo aproveché, y es una linda puerta de entrada para los primerizos. Además de que, después de todo, no está nada mal jugar a los disfraces de vez en cuando.
Dale una oportunidad al tofu, no seas tembleque, aquí va.



