Hay veces que la cuestión no es la receta, sino la técnica. Una cosa tan pava como una guarnición de papas o batatas al horno puede reinventarse, pasar de actriz de reparto a prima donna, hasta que ya no importe con qué se acompaña: la milanesa o el pollito pasan a ser el costado del plato.
Para hacer unas soberbias papas, batatas o calabazas al horno, me gusta acudir a dos truquitos a la vez. Uno es blanquear las verduras primero, pero al vapor. Las ventajas son varias: el interior queda bien húmedo y tierno, un efecto puré irresistible. Al usar vapor y no hervirlas, tampoco tienen un exceso de agua, y por eso una vez llevadas al horno, en una segunda cocción, resultan bien crocantes por fuera. Entonces, truquito uno: cocción al vapor, y recién después al horno bien fuerte para secar las verdus.
El truquito dos es el aderezo. Estamos comiendo muy sanito, son verduras, se hicieron al vapor, entonces van a absorber poquito aceite en el horno. Bien podemos ser generosos acá y ponerle mucho sucundún a la marinada. Varío mucho el qué y el cuánto, a capricho, pero les paso un ejemplo. Mezclo en un frasquito: aceite de oliva, miel, salsa de soja, romero seco, sal y pimienta, jugo de limón y un chorrito de agua mínimo para alivianar. Tapo el frasquito, lo agito cual maraca rumbera, y lo vuelco sobre las verduras. Las revuelvo y recién entonces, al horno fuerte. El efecto vale la pena…
Pd: no puedo con mi genio, van otras opciones de sazón. Frasquito n°2: mostaza, salsa de soja y azúcar negra, con un poquito de agua otra vez para aligerar. Frasquito n°3: aceto balsámico, aceite de girasol, orégano fresco y comino. Frasquito n°4 y basta: aceite neutro, páprika o pimentón dulce, ajo picado y limón. ¿Se nota la tendencia en todos los casos? Una de dulce, una de ácido, una de saborizante, y una de aceite…



