Para cocinar hace falta tiempo, ése es el argumento más frecuente de quienes escapan de las ollas. Comer -y preparar menúes más o menos saludables- también requiere algo extra de dedicación, de energía. Las dos cosas son indiscutibles: lleva tiempo, y trabajo. Yo elijo hacerme ese espacio cada vez que puedo, con toda alegría, per che me piacce…
Pero, por otro lado, cocinar no lleva necesariamente taaaanto tiempo, ni tanto trabajo. Depende mucho de lo que uno decida hacer, y depende también, en gran medida, de lo nutrida que esté la alacena en casa. Una reserva completita de frascos, paquetes y conservas en los estantes todo lo cambia, y yo aprendí que así puedo pasarla mucho mejor, cocinar cuando tengo ganas y tiempo, y no complicarme tanto la vida como uno podría creer. Es cuestión de organizarse y aprender qué favoritos hay que tener siempre. Yo descubrí los míos después de un tiempo (más aún, sobreviviendo unos cuantos meses de macrobiótica, una de las dietas más quisquillosas y pedigüeñas en los dos factores de tiempo y dedicación… una experiencia inenarrable). Grandes atenuantes de ese lamento boricano “ay, no me dan las horas, ay, me cansé”
Así que se me ocurrió hacer un paneo por esas cosas que siempre están, que vuelvo a comprar antes de que se acaben, que nunca faltan. Ingredientes básicos que salen a diario para cocinar parecido a las recetas que están acá. Si la cámara me sigue…



