Una vez cuando era chica, Lita de Lazzari tocó el timbre de mi casa. Se armó un pequeño revuelo doméstico en la cocina, mientras mi mamá desenrollaba el cable del portero eléctrico que se le había enredado de los nervios, y finalmente decidió bajar a atenderla en el hall, junto a la puerta.
Yo hice lo que hacía siempre en estos casos. A saber: desde el piso de arriba, donde tenía instrucciones de permanecer, acomodé mi pescuezo lo mejor posible en el espacio mirador que dejaba la escalera al doblar, y espié toda la escena, con la seguridad de que los secretos que Lita y mi madre estaban compartiendo eran de vital interés para mi persona.
Parece que la Liga de Amas de Casa estaba haciendo una campaña puerta-a-puerta, para reclutar nuevas adhesiones entre las cada vez más reacias mujeres modernas de la clase media. Eran los ochenta: quizá Lita todavía hacía tareas de guerrilla por aquel entonces, y el afán de economizar que promocionaba la Liga era tal que, como ejemplo ante sus tropas, la presidenta hacía visitas a domicilio como cualquier soldadito (o soldadita). Pensándolo mejor, también es muy probable que no fuera la mismísima Lita quien nos visitó, pero así quedó grabado en mi memoria, en versión simplificada por mis siete u ocho años. Para el caso es lo mismo. En contra de todas las probabilidades, a pesar del sutil pero definido estilo de feminismo moderado que la caracterizaba, mi madre subió las escaleras ese día con su carnet de Ama de Casa, firmado por la señora de Lazzari, un poco ruborizada por haber cedido ante semejante institución y dando un suspiro que sí recuerdo letra por letra:“Esa mujer es capaz de venderme un caballo”.
Algo debe haberse impregnado a través del recuerdo, algún virus de ecónoma implantó Lita en nuestra genética (de por sí dada al ahorro, para qué engañarnos). Lo cierto es que hoy, cuando estrené la versión del Nutella para bolsillos flacos, me acordé de esta historia. Reemplazar las avellanas por maní en una crema de avellanas puede considerarse un pecado gastronómico. Pero a decir verdad, está riquísimo. Y estoy segura de que Lita, y mi mamá, estarían orgullosas de mí.
La receta del nutella de maní está acá.
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