- dos cucharadas de semillas de chía - una taza de leche de avena, de almendras, o la que prefieras (si usás leche de vaca, también queda bien) - una cucharada de azúcar integral mascabo (o miel si preferís) - banana y manteca de coco. Si no tenés y no querés hacer manteca de coco, podés usar también leche de coco. O coco rallado. O ponele lo que más te guste: duraznos, mangos, kiwi, pasas, almendras, frutillas, granola… el mundo es tuyo!
La noche anterior.
En un frasco, mezclar bien con cuchara la chía y la leche. Después de revolver, tapar el frasco y agitarlo enérgicamente: la chía tiende a apelmazarse. Un rato después, quince minutos o más, volver a agitar el frasco como si fuera una matraca. Si usaste leche de vaca, ponelo en la heladera. Si no, dejalo a temperatura ambiente. Y ya te podés ir a dormir.
A la mañana siguiente, queda así:
¡Alquimia!
Agregá rodajas de banana, manteca de coco y una cucharada de azúcar integral o miel. Podés comerlo dentro del mismo frasco o en un bowl. El desayuno más rápido del mundo. Y vas a ver qué rico.
Posdata valiosa: hay quien me ha reportado casos desconcertantes en los que la crema no se produce. La razón es la chía. A veces nos la venden vieja o con un tratamiento industrial que arruina sus propiedades y no se produce el gel. En los primeros 15 minutos ya se van a dar cuenta si pasa o no. Y si no pasa, ¡a cambiar de proveedor!
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