– 750 grs de batatas,
– 150 cc de leche (entera, descremada o vegetal),
– 200 cc de miel, o mitad de miel y mitad de azúcar, o mitad Stevia y mitad miel, que honestamente fue mi caso.
– 150 grs de cacao amargo, que sea bueno, porfa;
– 4 huevos grandes o 5 chicos,
– un puñado de nueces tostadas,
– una cucharadita de canela,
– un chorrito de extracto de vainilla,
– 15 grs de polvo de hornear,
– ralladura de naranja o gotas de extracto de naranjas,
– un poquito de sal,
– un poquito de nuez moscada.
Cocer al vapor las batatas (bueeeeno, hervirlas, microondearlas, cada quien tiene su dogma). Pisarlas para hacer un puré; acá recomiendo mucho abstenerse de la minipimer, aunque la quiero tanto. Los purés, de papa, de batata, de cualquiera de estas verduras con mucho almidón, cobran una textura chiclosa bastante lamentable cuando uno las procesa a máquina, con cuchilla. Es mejor pisar con pisapuré o bancarse el tenedor, santa paciencia.
Incorporar aún en caliente la leche, el endulzante elegido, la canela, el extracto de vainilla y los demás condimentos y especias.
Aparte, batir unos minutos los huevos con apenas sal y un poco de azúcar o miel. Agregar a los huevos una parte del puré de batatas, para aligerar; después el resto, sumando el polvo de hornear y las nueces picadas a último momento.
Aceitar un molde de 22 cm (o de 24 y sale más finita), y volcar la mezcla. Llevar a un horno precalentado a 180 – 170°, por media hora – cuarenta minutos. Si no conocés bien tu horno, será cuestión de ir pispeando y haciendo la famosa pruebita del palillo limpio.
Antes de que se enfríe, rociar con un hilito de miel la superficie de la torta. Dejar enfriar, y comer.
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