El huevo es de esas cosas que suenan sencillísimas de cocinar (“no sabe ni hacerse un huevo frito” desestiman por ahí), pero en realidad es bien delicado, y que salgan bien a punto depende de factores técnicos y físico químicos.
No hice muchas veces huevos revueltos, así que me guié por lo que leí en distintos lugares. Quienes viven en países donde se lo consume en el desayuno tienen mucha cancha, y de ellos se puede obtener mil consejos. Mi objetivo principal era que quedaran cremosos sin llenarlos de manteca y crema, así que me confié a la técnica que elegí para poder cambiar ingredientes. Y anduvo muy bien.
Puse a calentar despacito una sartén con un poco de aceite de oliva. No dejé que levante demasiada temperatura: agregué primero dos champignones fileteados, que no hicieron el menor ruidito, lo contrario de un sofrito o un salteado. Cuando me aseguré que se estaban cocinando aunque no friendo, casqué tres huevos y, sin remover ni tocarlos, condimenté con sal, pimienta y mucha nuez moscada. Agregué además comino y un toque de curry. Me aguanté con mucho trabajo las ganas de intervenir, hasta que la clara de los huevos se empezó a poner blanca. Ahí agregué dos copetes de queso blanco. Para que los huevos rindan, queden más esponjosos y cremosos, tradicionalmente se les agrega crema: creo que fue un justo trueque en pos del equilibrio saludable, porque la textura salió muy bien igual y sabor no faltó para nada.
Retomando: cuando las claras empiezan a cuajar, incorporado ya el queso blanco, me di el gusto de estrellar las tres yemas y revolver un poco, tampoco demasiado enérgicamente. A partir de acá, cuidando que la temperatura no siga elevándose para no arrebatarlos, fui mezclando para despegar del fondo los huevos más cocidos y voltearlos hacia la superficie. Agregar el salmón ahumado para que tome temperatura nada más, y apagar la sartén unos segundos antes de terminar, para que no se pasen.
Una disgresión más: suena muy caro todo esto, pero debo haber usado unos treinta gramos de salmón para los dos enormes tostones de la foto, y fui generosa. Es una buena idea para usar restos de salmón de alguna otra cosa.
Montar sobre pan de nuez tostado con oliva, agregar ciboulette (cebollín) fresco y un poquito más de pimienta. Servir tibio.
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