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Ustedes saben bien lo que son esas masas tiernas, totalmente irresistibles, gorditas de manteca. Sin ponernos técnicos hablando de sableés, patés briseés o masas quebradas, digamos que son sencillamente una delicia y una bomba. El amor-odio que me generan esas condiciones se resolvió en amor del más puro cuando se me prendió la lamparita: era tan fácil acudir al aceite de coco! Aporta la textura justa a esta masa, además de un sabor y un aroma muy especiales. No es lo mismo que usar coco rallado: queda más suave, menos invasivo, y se lleva a las mil maravillas con las frutillas y ciruelas frescas de esta receta, que se cocinan despacio dentro de la misma galette, haciéndose amigas antes de salir del horno. Bien podrían ser duraznos, damascos o lo que inspire la estación.
* Nota al pie: también existe la galette bretona, una crepe de trigo sarraceno, pero ese es otro cuento y merece ser contado en otra ocasión.
Ingredientes
(para 3 galettes pequeñas o 1 grande) Para la masa - 2 tazas de harina integral - 2/3 taza de aceite de coco bien frío (para golosos y temerosos con la masa, 1 taza entera) - 1 o 2 cucharadas de azúcar mascabo (a gusto, yo la prefiero menos dulce) - agua bien fría, c/n (aproximadamente ¼ taza, aumentar sólo si es necesario) Para el relleno - 2 tazas de frutillas sin el cabito y ciruelas descarozadas, cortadas groseramente en trozos pequeños (reemplazables por la fruta de estación que más les guste: cerezas, damascos, duraznos…) - 1 cucharada de kuzu o almidón de maíz. - 4 cucharadas de azúcar mascabo - opcionales: una cucharadita de canela, media cucharadita de jengibre, una cucharadita de extracto de vainilla
Procedimiento
Para la masa
Esta masa es mucho más fácil de lo que uno imaginaría, sólo hay que prestarle atención a las cuestiones de temperatura y sale enseguida.
Unir con la punta de los dedos la harina y el aceite de coco frío, tratando de no darle demasiado calor con las manos. Se va a formar un arenado, que terminás de unir con el resto de los ingredientes, usando el agua fría, de a poco, hasta obtener una masa uniforme. Es un bollo tierno y fácil de maniobrar, liso, que es importante volver a reposar en la heladera antes de seguir.
Mientras tanto, agregarle el azúcar a la fruta y revolver. Si querés podés agregar los opcionales, también. Reservar un rato, fuera de heladera, para que la fruta se macere y largue sus jugos.
Cuando se enfrió la masa (ya podés ir prendiendo el horno, moderado) es hora de alisarla con palote hasta formar una tapa de tarta fina (pero no demasiado, yo diría con 3 o 4 mm estamos bien, según hagas galettes pequeñas o una sola más grande necesitás que sea un poco más gordita). Dale forma redonda y dejá enfriar nuevamente un rato en la heladera. Como está alisada y finita, se va a refrigerar mucho más rápido que la vez anterior.
Cuando está lista la masa, mezclá las frutas con el almidón y volcalas en el centro de la tarta, sin incluir demasiado líquido si lo hay. Cerrá la tarta como ves en las fotos o como más te guste: es importante darle un margen grueso por arriba, pues la fruta va a seguir soltando sus jugos y formando una mermelada en la cocción, que no queremos ver derramada.
Si te gusta que la masa brille y quede más crocante podés pintarla con la mezcla que prefieras: azúcar con agua, huevo, etc. Yo prefiero el sabor y el look “al natural”:
Llevar a horno bajo por espacio de media hora a 45 minutos (quizás más si es una sola galette grande); hasta que la fruta se vea cocida y acaramelada, y la masa se dore por arriba.
Voilá!