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3 septiembre, 2013El zapallo más rico de tu vida, es el más fácil de cocinar.
En esta casa ingerimos cantidades industriales de zapallo. Mucha gente lo tiene asociado con hacer dieta, o comida para bebés, pero cuando el zapallo está bueno es irresistible. Pega con queso, va como relleno, solito es un placer. Si está bien hecho…
El truco es sin trucos, amigos.
Para que el zapallo quede rico, la regla es simple: no hay que hacerle nada.
- Conseguir el zapallo del tamaño y variedad que más gusten. - Lavarlo bien (en los surcos se puede acumular una tonelada de campo); - Meterlo entero en una asadera, sin nada, de nada, de nada; y hornearlo a fuego medio tirando a bajo, todo el tiempo que se pueda.
Una hora, hora y media, a 190 o 200°, según el tamaño del zapallo. Sin apurarlo. Hasta que lo presiones con una cuchara o el dedo y se hunda un poco, fácilmente. Las semillas las retirás cuando se enfría un poco, y listo. Podrías partirlo al medio y despepitarlo antes de hornearlo, pero, ¿quién tiene ganas de tomarse todo ese trabajo cuando queda perfecto entero? No entiendo por qué siempre se enseña a asarlo en mitades, con lo DURO que es crudo. Personalmente, soy una debilucha y sudo tinta cada vez que lo hago.
El zapallo así queda más rico, más dulce y menos aguachento. Se carameliza en su propia cáscara y queda con la textura justa. Para cocinar, es ideal: no hace falta preocuparse por el exceso de líquido de una calabaza hervida, y definitivamente es más sabroso. En recetas dulces gana por goleada: todas las recetas de países amigos del Pumpkin Pie aconsejan hacerlo de esta forma, y para las sopaipillas chilenas (unas tortas fritas dulces con calabaza) también se recomienda. Para comer sólo, ni hablar: el puré de zapallo así no necesita ningún condimento más que un poco de sal y pimienta.
En cuanto a variedades: el más usado en Argentina, el zapallo Anco, no es necesariamente el más rico. Está bueno, sirve para muchas cosas, y es firme. Pero el Hokkaido y el Cabotia, los zapallos de cáscara oscura, son más dulces y menos acuosos. No serán los más bellos (y mis fotos no les hacen justicia), pero la comida entra por la boca.
Un dato más, que me da vergüenza. Es muy excéntrico, suena raro. No conozco a nadie más que lo haga ni lo encontré en receta alguna. Resulta que, al cocer así el zapallo, queda en la asadera una especie de almíbar natural, un jarabe de sus propios jugos caramelizados, muy dulce. La verdad es que, después de unas cuantas veces de degustarlo feliz y dejar el resto ahí, decidí aprovecharlo. Lo paso a una taza y lo guardo en la heladera, para endulzar otras preparaciones. Es rarito, yo lo sé, pero nunca vi un endulzante natural más casero y más poderoso.
Listo, ya está, lo dije. El zapallo más rico del mundo es el más, más fácil. Y yo tengo costumbres muy, muy raras.