
Dulce de peras, sin azúcar
18 febrero, 2012La alacena

Sin pensarlo dos veces, a la cabeza de la lista: cereales integrales. Siempre siempre tengo arroz yamaní y mijo; trato también de que haya quinoa, trigo sarraceno y cebada, aunque se usan con menos frecuencia. También avena arrollada, entera, sin precocer ni nada: la vieja y querida Quaker, que abunda en galletas y rebozados. En frascos herméticos, los cereales integrales duran muchísimo, rinden muchísimo, y van bien con todo. En la heladera hay siempre arroz yamaní hecho, es el equivalente al pan nuestro de cada día. En casas menos obsesivas, recomiendo elegir dos de éstos como favoritos y tener siempre.

En la misma línea, legumbres. Garbanzos, porotos aduki, porotos negros y lentejas en mi caso. Los remojás la noche previa (bueno, las lentejas argentinas no lo necesitan, son excelentes, se exportan a todo el mundo) y son un lindo comienzo para una ensalada, un guiso, una sopa o una pasta untable como el hummus. Son todas cosas facilísimas que sólo piden una olla con agua hirviendo durante una hora. Después ves qué hacés, muchas veces cuando los pongo en remojo la noche anterior todavía no tengo la menor idea de qué va a pasar. Si no hay mayor inspiración, con oliva, ajo y perejil ya sos feliz.

Harina de arroz y de garbanzos. Yo uso poco y nada harinas tradicionales. La harina de arroz es la más útil en casa para dulces y salados, siempre considerando que no tiene gluten y entonces no desarrolla elasticidad en las masas. Pero es mucho más suave que la harina integral, el sabor que da a las preparaciones (especialmente dulces) es ideal. La harina de garbanzos está siempre porque estoy transitando un fanatismo grave por la fainá, pero además queda muy bien en hamburguesas, bollitos o budines que uno quiera espesar o aglutinar. El sabor dulzón que aporta está bueno y también se pueden hacer crepes.
Miel o miel de arroz. La segunda es exótica, tiene un sabor muy rico y es muy saludable. Hay quien prefiere el azúcar mascabo, pero acá cunde la miel. La uso también para cocinar salado, cuando hay que cortar la acidez del tomate por ejemplo.

Hablando de lo cual: conserva de tomates. La uso más que nada para hacer sopa en este momento, pero es un buen aliado y acá, vale la pena, busquen una sin químicos que no es mucho más caro y te ahorrás una cantidad de porquerías importante.

Especias: no ocupan lugar, duran, todo lo cambian. Qué más querés? Arrancá mínimamente con pimienta negra, comino, pimentón dulce y picante, canela, nuez moscada. Yo uso mucho algunas especias étnicas, por ejemplo el Garam Masala de la India, o la Harissa marroquí, pero ya es pedir mucho. Comprate una sal marina que sale lo mismo que la otra y anda mucho mejor. una mostaza buena que dura siglos. Y ya que estamos con los frasquitos pequeños, hierbas secas: orégano, tomillo, estragón. No es todo lo mismo, y una vez que los tenés, jugás y te das cuenta.
Fruta seca: un as en la manga acsoluto. De las caras, con un poquito llegás lejos: nueces, almendras o avellanas, no hace falta que tengas todo a la vez, comprás doscientos gramos de la que quieras y después vas rotando. Podés guardarlas ya tostadas y cuando a una ensalada le falta algo, o al mismo arroz yamaní eternamente en mi heladera, lo levanta enseguida. Después está la fruta seca barata y gauchita: pasas de uva, ciruelas, etc. Atenti, que en los dos casos la fruta seca sí va perdiendo sabor con el tiempo y no hay nada más feo que una nuez rancia. Pero estamos hablando de meses, y si sentís el aroma al tostar las nueces, es imposible que te aguantes de comerlas antes.
Para los dulces: la ya mencionada canela, un cacao amargo que sea bueno de verdad. En general cocino muchas cosas saladas con aceite de oliva, y el aceite de maíz también entra en categoría dulces, considerando que rara vez uso manteca. De vez en cuando hay un chocolate de estirpe que alguien nos regala, y entonces, también cocino con chocolate.
Epílogo menos naturista: las latas. No las frecuento demasiado pero hay dos que banco a muerte. El atún enlatado, creo que ni hace falta defenderlo. Y para los dulces, leche condensada. Es una concesión enorme al terreno del mal, pero salva las papas, o mejor dicho los budines. Da mucha textura, la uso de a poquito. Y me evita salir a comprar un litro de leche que no voy a consumir jamás para ponerle dos chorritos a cualquier cosa.
El resto son ingredientes más caprichosos o más complementarios, que se volvieron básicos con el tiempo -como la salsa de soja, acá un básico total- pero no diría que hay-que-tenerlos. También dejo afuera los frescos: huevos, o queso, o tofu, ni hablar de frutas o verduras. La intención de esta lista es el “siempre listo”, el colchón de base que te habilita si de golpe decís: ahora, ya, me estarían dando ganas de cocinar. Pues bien: adelante. Y buen provecho.



